“Mi reino no es de este mundo” – Juan 18:36
“Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios” – Mateo 22:21
“Los poderes que existen son establecidos por Dios” – Romanos 13:1
“Rogad por los reyes y por todos los que poseen autoridad” – Iª Timoteo 2:2
Conocido como el pensador cristiano más importante de la época; discípulo de San Ambrosio, famoso por su gran conversión, después de su juventud rebelde a la iglesia. Aunque su filosofía carece de una sistematización, fue a través de él que el conocimiento de la antigüedad se transmitió a la edad media.
El contexto del pensamiento Agustiniano se puede referir desde el año 313 de nuestra era, en donde se reconoce al cristianismo como una de las religiones del imperio Romano; para el año 392, se establece, a mano de Teodosio I, como la única religión oficial, cerrando los templos paganos y destruyendo todo signo de herejía, dando como consecuencia la eliminación de la separación de la Política y la Religión.
En La ciudad de Dios, Agustín afirma la divinidad de la autoridad romana, insta al pueblo a la obediencia y al emperador a la protección de la iglesia. Lo que deja fuera es la participación del líder máximo en la iglesia misma, las cuestiones de fe y moral se dejan para la clase sacerdotal; deja bien clara la separación y lo ejemplifica con la Ciudad de Dios y la Ciudad terrenal:
- Cristianismo – Paganismo.
- Iglesia institucional y jerárquica – Mundo fuera de la iglesia.
- Comunidad de los santos – Sociedad de los réprobos.
“Es de hacer notar aquí que San Agustín, y otros Padres de la Iglesia de aquel tiempo, están ubicados, en forma similar a Séneca y los estoicos, ante un dualismo inquietante y aparentemente irreducible: lo espiritual y lo material, lo bueno y lo malo, la Iglesia y el Mundo, la autoridad espiritual y la autoridad secular. De allí en adelante, la historia de la Teoría Política medieval es la historia de las propuestas de resolución de este dualismo.”
En el extremo del idealismo político, Agustín de Hipona coloca el pensamiento cristiano-filosófico como su respuesta a las problemáticas del imperio romano de entonces (Crisis del 410 d. C.). Identificado con la naturaleza dual de Platón, Agustín separa el alma del cuerpo y describe la ya mencionada Ciudad de Dios, que es el sitio donde mora el alma, y el cuerpo mortal es el habitante de la Ciudad Terrenal. Con esta constante contradicción, asevera la necesidad de un mediador – la iglesia – para poder salvar al reino terrenal y guiarlo hacia la comprensión de su misión real: la comunión con Dios.
- Toda la historia de la humanidad es el desarrollo del plan divino.
- El estado tiene que ser cristiano para poder ser una verdadera República.
- Dado que está encargado de realizar la justicia, y ningún estado pagano puede hacer justicia sin Dios.
De Hipona habla sobre la paz desde el punto de vista idealista-cristiano, colocándola como la necesidad buscada por todos, pero admitiendo la guerra cuando la paz es incómoda para unos cuantos, claro está, sin dejar de condenar las atrocidades de la misma.
“Sólo en la ciudad Celestial es posible la Paz; sólo el reino espiritual es permanente.” Y partiendo de este punto justifica la caída de Roma, dado que ningún reinado terrenal está destinado a perdurar.
- De un modo u otro, el estad utópico agustiniano sería también una iglesia, ya que la forma última de organización social es Religiosa.
La existencia de los dos grandes poderes a través de la historia ha sido colocada bajo pruebas de oro infinidad de veces, muchas de las cuales brillan por la agudeza papal y del obispado, para zafar los inconvenientes que sus faldas arrastran.
Por ley natural, Agustín toma los mandatos bíblicos y los interpreta de la manera más fiel de la que es capaz. Sus enseñanzas señalan a la honestidad como una virtud divina y condenan la muerte como pecado imperdonable, tal como lo establece la palabra de Dios. Sin embargo, en cuanto a ésta última existen ciertas excepciones que dieron paso en la época de las cruzadas, a la muerte de millares a lo largo de toda la época obscura.
“…siempre que Dios expresamente mandase quitar la vida a un hombre, ya sea prescribiéndolo por medio de alguna ley o previniéndolo en términos claros, en cuyo caso no mata quien presta su ministerio obedeciendo al que manda, así como la espada es instrumento del que la usa; por consiguiente, no violan este precepto “No matarás”, los que por orden de Dios declaran guerras o representando a la potestad pública castigan (…) a los perversos quitándoles la vida.”
Claramente, la interpretación de las letras agustinianas podría y debía llevarse al término más puro de la fe, si congruencia filosófica alguna quisieran extraerle; sin embargo, en vísperas de un apoderamiento absoluto de la iglesia en cuanto a los movimientos del imperio, la época obscura se impuso bajo la impunidad otorgada por sus clérigos de más alto rango. Con bases que para el razonamiento eclesiástico parecían suficientes, mataban en nombre de Dios, tanto en las cruzadas por tierras prometidas, como en la cacería de brujas legendaria y la quema de herejes confesos (Después de largas sesiones de tortura), y la expansión obligada de la fe.
Fuentes:
- H. Sabine, George. (2012). Historia de la Teoría Política. 3ª edición. México: Fondo de la Cultura económica. Pp. 153-166.
- San Agustín. (2002). La ciudad de Dios. México: Porrúa.
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