La palabra abadía suele traernos a la mente alguna gran iglesia, como la abadía de Westminster, donde se coronaba o daba sepultura a los reyes ingleses, olvidándonos de que las abadías de las que se construyeron muchas durante la Edad Media, eran albergues de congregaciones de monjes que llevaban en ella una vida sencilla y laboriosa.
Alrededor de un patio central se levantaban los varios edificios, unidos entre sí por una galería o claustro que permitía la circulación sin que los monjes tuviesen que exponerse a la lluvia o a la luz del sol. Además de la iglesia, que era su centro natural, cada abadía constaba de la casa capitular o capilla, el refectorio, la escuela, la enfermería, el jardín del huerto, con sus casetas anexas, y la hostería.
Las «ordenes», era la denominación que se le daba a los grupos de monjes que allí habitaban.
Los monjes que habitaban en la abadía tenían que hacer tres votos: de obediencia, de pobreza, y de castidad. Debían obediencia a las órdenes del abad, su jefe superior. Su tiempo tenía que equilibrarse pasando siete horas diarias de trabajo manual y dos a la lectura y al estudio. Los que no eran capaces de trabajar en los campos copiaban documentos y libros. Siete veces al día debían asistir a servicios religiosos de la iglesia.
Con el transcurso de los siglos, la existencia de los monasterios se hizo menos rígida, hasta que la vida abacial llegó a ser sinónimo de excesiva comodidad, Esto debido a la orden reformada de Cluni, en Borgoña, que a la vez al ablandarse mas surge la orden de los cistecienses.
Los abades no estaban sujetos a la autoridad episcopal: dependían directamente del papa.
Algunas veces manejaban gruesas sumas de dinero provenientes de gabelas y rentas con que subvenían a los crecidos gastos del instituto. Cuando las ordenes gozaban de más libertad, veíase a los abades recorrer sus predios en mulas ricamente enjaezadas, o andar de caza como los señores feudales.
A menudo los abades tenían a su jurisdicción, además de su abadía, varios prioratos en distintas partes del país. Eran estos prioratos generalmente colonias de monjes destacadas por la abadía madre. A veces eran lugares de castigo a donde se enviaba a los monjes culpados de alguna falta, para que la expiasen en el duro trabajo del campo.
Fuente; Enciclopedia Barsa
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